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Judiciales

Niño de tres años muere en riña por un pájaro

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“Un amigo, que creció conmigo aquí en el barrio, me prestó el chirrío (pájaro) para que se lo amansara. Me dijo que él no tenía tiempo para hacerlo porque el trabajo no lo dejaba, por eso me lo dio para que le diera mano, para que lo criara, me quedé con él como siete días”, dice Silfredo Castro, tío del menor fallecido, sentado en las tablas de la cama que no tiene colchón.

La tenencia del animal provocó la rabia de Sergio Manuel Ramírez Gutiérrez, padre del amigo de infancia de Silfredo. “El domingo el papá de él vino borracho tocando la puerta duro, empujando y preguntando por el pájaro. Apenas abrí me dio una cachetada durísimo. Yo reaccioné, pero no le hice nada. Hasta el mismo hijo le decía: Papi, yo se lo presté”, agrega el joven de 21 años, que terminó herido en la pierna por un impacto de bala.

“Yo ya le iba a devolver el chirrío, pensé: a las 7 se lo doy. Lo malo fue acostarme en la cama y quedarme dormido, por eso no se lo llevé”, recuerda Silfredo, quien se gana el sustento trabajando como carromulero.

Dentro de la casa, en la que viven nueve personas, Gino estaba acostado con su mamá en la cama del cuarto que da para la calle. Ya se había dormido y todo estaba apagado, pero se despertó a jugar. En ese momento, Sergio Ramírez, desde afuera de la casa, empezó a disparar un revólver calibre 38, según Silfredo Castro.

“¡El pájaro, el pájaro, dónde está! ¡Dámelo!, era lo que me gritaba. Yo le dije que ahí estaba y se lo entregué. Salí, empecé a jugarme con mi amigo y le dije, joda, Andrés, dile a tu papá que tú mismo me lo diste. Él vino fue a buscar problemas porque no escuchaba ni entendía al hijo ni a nadie, hasta un tiro en la pierna le dio a él”.

Silfredo cuenta que Ramírez empezó a disparar y que uno de los proyectiles lo rozó en la cabeza, pero que se salvó porque lo esquivó. Agarró una piedra y se la tiró en la cara. “Yo no vi que le había dado a mi sobrino, porque me hubiese vuelto loco, sino a mi abuela, por eso la cargué y me la llevé. Tampoco me di cuenta de que me había dado en la pierna, hasta cuando estaba en el Santa María, que sentí la sangre. Perdí el conocimiento y cuando desperté ya estaba en el Hospital Barranquilla. Me mataron a mi sobrino, vale, mi pobre pelaíto”.

“Me quitaron a mi nietecito, él era la alegría de esta casa. Mi hija está muy mal, ella tiene cinco meses de embarazo y está inconsolable. No podemos creer que nos haya ocurrido esta desgracia”, llora Silfredo.

Cortesìa El Heraldo.

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